Es caprichosa la vida. El que es el mejor disco caído en mis manos de
los que se han editado este año en
curso, murió antes de nacer. Te preguntarás como fue eso ¿verdad? ¡ pues
sencillo! vamos a hacer un poco de historia mientras van sonando las canciones.
The Hall Monitors se formaron hace algo más
de diez años atrás. Se han curtido en mil escenarios con mil bandas de renombre
y a medida que iban creciendo como banda
con los cambios de formación naturales, los parabienes iban llegando, hasta el
punto que el mismísimo Little Steven les tira los trastos para que formen parte
de Wicked Cool Records. Ante tal oferta los Monitors, sin duda, tendrían un
mayor reconocimiento a nivel mundial. De aquella oferta salió este disco, que
por diferentes motivos, no vio la luz bajo el cobijo de la mano derecha del
Boss pasando al cajón del olvido hasta que mi buen amigo Scott no dudo en
ponerlo en el lugar que se merece. De aquella decisión tomada a cabo a lo largo
del año 2016 me hace participe en “petit comité” dejándome escuchar en primicia
esta colección de canciones que una tras una me atrapan de manera insana. Sean
Crowley y Kathleen Wilson que son parte de mis queridos Delicious Fullness
junto a Jake Starr saben perfectamente lo que se traen entre manos con estos
Hall Manitors, una banda de la que Eddie Angel dice que tras verlos en directo
vuelve a creer en el futuro del rock and roll. Afirmaciones como esta son,
cuando menos, un incentivo para dedicarles unos minutos y valorar.
Finalmente el disco ve
la luz en mi sello discográfico favorito Hidden Volume Records y la amalgama de
influencias se escuchan en cada una de las catorce canciones que componen este
álbum, empezando por “Girls” con ecos de las bandas de sello Stax en la parte rítmica, unas maracas que
advierten como la cola de una serpiente cascabel y un solo de guitarra que es veneno
en vena. Le sigue “Rosalina” con Chuck Berry muy presente y que Mink DeVille hubiese elevado al nivel de
clásico. Como clásico en mi Jukebox particular es “Cry my little song” con
raíces muy marcadas del blues pero sin caer en el purismo y que el bueno del
Reverendo Beatman mataría por haberlo editado en su escudería. “Be your man” y “”Peggy Sue” resucitan a Bo
Diddley desde el primer guitarrazo. “I don’t care anymore” es otro de esos temas
que no dejo de tararear, con un rasgueo
de guitarra como protagonista, un ritmo vacilón y un riff repetitivo que
conforman un tema increíble que se intensifica a cada segundo. Para cerrar una
cara A de mucho nivel con ecos del club del revolver golpeando mi cabeza eligen “What the dogs see”.
“She’s my
methadone” abre la cara B, un tema que me tiene totalmente atrapado
desde la primera vez que lo escuché como adelanto de lo que sería este disco. Rock
and roll con una base muy potente de pop y un chasquido de dedos hipnótico, una
cara A de un single en toda regla que no
me canso de escuchar una y otra vez como cuando de adolescente te volvía loco
una canción y que de tanto rebobinar las viejas cassettes acababas destrozando
las cinta. “Mercy mercy mercy me” es una muestra sonora de porque amo el rock
and roll, mientras el disco se viene arriba
a cada nuevo tema “Can We span some time”, “Give it up” o “Lord I’m
Sinner”, esta última de nuevo con las raíces en el blues totalmente
electrocutadas. Levantan el pie del acelerador cuando suena “I been crying”
pero no pierden fuelle creando un ambiente lleno de intensidad que muy pocos
artistas consiguen, para cerrar con
“Give you all my love”. Un disco de autentico Rock and Roll que me ha robado el
alma.
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