¿Quien
coños es Marc Jonson? y quienes son esa Compañía de Sueños Ilimitada que le acompañan?. Hasta la fecha ni puta idea, pero cuando uno
se topa con un titulo tan rotundo no puede por menos que picar y lo que suena
es un certero disparo de power pop que no eres capaz de sacudirte de la cabeza.
En la cara b otro titulo que me atrevería a afirmar que todos hemos sentido mas
de una vez como es “I don’t wanna go to school today” que, musicalmente, sigue
la estela de los rompecorazones de Tom Petty. Y es que uno no puede mas que alegrarse por añadir a su
colección una pieza de poco mas de un euro con dos joyas como canciones.
Acerca de
Marc Jonson, investigando, descubro que en 1972 edito un álbum para Vanguard
Records, reeditado por Munster Records. Folk rock en vena, mano a mano junto
a Nick Drake con el que piso las mismas tablas que Bob Dylan en el Greenwich Village Club y que desde entonces ha estado
entre las sombras de multiples proyectos propios y ajenos. Sin parar de
investigar lo encontramos en discos de Willie Nile, Robert Gordon, Dave Edmunds, Paul Butterfield o
Smithereens, además de formar parte de las bandas sonoras de películas como “Buscando a Nemo”, “Cars” o “Ratatoulle” !ahí es nada amigo!. En este disco se hace
acompañar de tres Santanderinos a los que no perder la pista.
Tommy Reltone es el anagrama de Tommy
Lorente, nuestro ídolo
francés del powerpop, que está felizmente de vuelta con un single coeditado por
KOTJ y Snap!! en España y por Yaourt Productions en Francia. Si algo no se le
puede reprochar al bueno de Tommy es que peque de autocomplacencia, ya que en
sus diferentes trabajos huye del encasillamiento, a pesar de moverse en unas
coordenadas sonoras muy determinadas, y se esfuerza en que cada canción que nos
entrega suene diferente a la anterior.
"Ta Voisine Hélicoptère" y "L'Anniversaire" son los dos
cortes que conforman esta nueva referencia y no son una excepción a esa máxima,
en ambas, la guitarra de Tommy suena más 60's que nunca, introduciendo
claramente matices que en otras composiciones suyas tan sólo se adivinaban.
Puede ser la evolución coherente y lógica que suceda al magnífico disco que nos
regaló el año pasado junto a la Cavalerie, un CD grabado a la antigua usanza,
urgente, instantáneo, y en el que asomaba la faceta más pub rock del francés.
Sea como fuere, demos la bienvenida a otras dos grandes canciones que engrosan
la impoluta hoja de servicio de Tommy Lorente, Reltone en esta nueva
encarnación, dos pepinazos rebosantes de energía, aunque sin perder de vista la
melodía, que dejan bien claro que cuando se trata de meter una marcha más y
sacar a relucir el lado salvaje, Tommy también anda sobrado de talento. Por
ahora, nos quedamos con ganas de más y con la duda de si Reltone sustituirá
definitivamente a Lorente o si se trata tan sólo de un genial ataque de locura
transitoria. Mientras despejamos la incógnita, disfrutemos en bucle de este
artefacto. Magnifique. (Binguero -2019)
Según Wikipedia fue un 14 de diciembre de 1979 cuando se editó
el disco que hizo eternos a The Clash,
el afamado “London Calling”, aquel
disco de portada impactante, con la fotografía del bajista de la banda
rompiendo sin piedad su bajo, y rodeado
del grafismo de Raw Lowry, inspirado
en el primer disco de Elvis Presley, lo cual supe años después de casualidad, igual
que por azar supe que Pennie Smith, autora
de la fotografía de Paul Simonon (bajista) tomó la misma en una actuación de la
banda en el Palladium de New York, y pese a la inicial
reticencia de la fotógrafa por evitar que una fotografía imperfecta y de poca
calidad fuera la imagen de la portada, la misma se convirtió no solamente en su
portada sino en una imagen icónica con el paso del tiempo. Pero ya digo que
todos los alrededores o dimes y diretes del disco los fui conociendo mucho después y que hoy en
día están al alcance de todo el mundo vía internet. Y tampoco debemos olvidar
que hubo una época en que ni los discos, ni los libros, ni las películas,se
editaban o proyectaban simultáneamente en todas partes y que en provincias llegaban
cuando llegaban, que eso de la inmediatez es algo bastante reciente y no
existía en el siglo pasado. La verdad es que hemos perdido la paciencia a la
vez que nos hemos dejado aparcada la capacidad de disfrute, aunque tal vez
solamente sea una reflexión personal llevada por el paso del tiempo, que ya tengo
una edad.
Para mí, el afamado “London Calling” se editó en junio de
1980, cuando con mis pipiolines quince años fui al kiosko a comprar el número quincenal
de una revista con forma de periódico que se llamaba Disco Actualidad, una revista que venía “de provincias”, si con Zaragoza
podemos usar ese término, que comparado con mi pueblo es mucho comparar. Debo
aclarar y recordar, aunque la memoria suele ser bastante tramposa, que en
aquella época uno llegaba al kiosko a comprar algunas revistas que no me
acababan de convencer, ya que Popular 1 y
Vibraciones, me parecía que estaban orientadas
hacia un público de más edad que hacia las ensoñaciones de un quinceañero, en
resumen, demasiado Led Zeppelin o Lou Reed, y poco Graham Parker o Nick Lowe, como
representantes de todos aquellos sonidos con que uno se alimentaba en las
noches de Radio 3 desde el verano de 1979, gracias al Popgrama del UHF que nos avisó de la emisión a nivel nacional de
una radio que ponía cosas que a uno le parecían más frescas y acordes con mi
despertar juvenil. En fin, supongo que el Disco
Expres, Sal Común y otras revistas de la época me parecerían más jipiosas,
y no recuerdo comprarlas en su momento, demasiado Frank Zappa. Así que en el
kiosko me topé con una portada en la que el presente se enfrentaba con el
pasado: The Clash versus The Rolling Stones, que merecería unas
líneas el asunto, pero en aquel instante uno por edad y por todo estaba del
lado de los desconocidos TheClash,
sin dudar ni un segundo, pese a no haberles escuchado nunca.
En su interior había un artículo
central a doble página, cuyo título ya me hizo salivar, eso seguro. “El rock´n´roll de 1.980se llama The Clash”.
¿Qué más puede fantasear un provinciano quinceañero para sentirse bien o reafirmarse?.
En palabras del siglo XXI o tal vez del XX, pero no desde luego de principios
de los ochenta, ese titular era una promesa de ser in, cool o estar en la
pomada, y yo con quince años, wow. El artículo venía firmado por un señor
llamado Diego A. Manrique al que
veía en el UHF compartir con otro señor que me caía muy bien, Carlos Tena, la presentación de Popgrama, y esa cabecera mítica.
También guardo un recuerdo un poco entre nieblas de ver por allí a Ángel Casas, pero me parecía más señor
todavía y ya confundo y mezclo con sus años posteriores en Musical Express, pero el recuerdo es de mezclarse un poco todo. Era
la televisión musical que teníamos, era la prensa musical que teníamos y era la
vida que teníamos muy a principios de los ochenta. Recuerdo con meridiana
claridad leer el artículo y mi corazón empezando a bombear sangre porque Diego“escribía” para mí, exclusivamente
para mí, y me comentaba como una confidencia que esa banda desconocida para
servidor, The Clash, habían editado
su tercer disco, “London Calling” y
que aquel disco era nuestro presente en aquellos momentos.
La reacción fue inmediata al leer el
artículo de Diego A. Manrique, salir
a la calle a buscar aquella ambrosía que me auto-prometía situarme en el centro
de algo más importante que la vida, pecadillos de juventud. Supongo que para
alguien capitalino, o de una urbe con proyección es muy complicado entender que
los provincianos además de nuestras taras naturales tenemos la tara en los
genes del provincianismo, de difícil cura. Creo que casi todos los que puedan
leer esto en algún momento de sus vidas habrán vivido historias similares,
cambiando lugares, nombres o urgencias. Hay discos que uno recuerda
perfectamente dónde los ha comprado, y tiene una conexión emotiva con ese
recuerdo. Es por ello que seguramente habré olvidado muchas cosas, muchos días,
muchas personas, seguramente importantes, pero no puedo olvidar que me compré “Candy O” de The Cars en Música Y
Quinielas, esa tienda que había que bajar en la esquina de la Plaza Mayor
de mi pueblo, o que en Videosón, que
sigue existiendo en la calle López Gómez me compré “The River” de Bruce
Springsteen, o que me compré en la histórica Discos K de la calle Esgueva “La
Ley Del Desierto/La Ley Del Mar” de Radio
Futura, o en la planta baja de los Almacenes
Marny de la calle Regalado, en una esquina que tenían en la planta baja, me
compré el single, con el poster, de “Horror
En El Hipermercado”Alaska Y Los Pegamoides, o en la vanguardista Discos Foxy del Pasaje Gutiérrez me
compré el maxi de “This Charming Man”
de The Smiths, o que en Galerías Preciados, la de Ruiz Mateos,de
la calle Constitución me compré “El
Último Bar” de Mamá, y que,
llegamos al lugar que queríamos llegar, en Músical
2000 de la calle Padilla me compré una mañana de sábado el mitificado en mi
cabeza “London Calling” de The Clash, el disco predestinado a
cambiar mi vida, o eso sentí yo al leer el artículo de Diego A. Manrique.
La verdad es que el reclamo de “2 CREETELO!! PAGA UNO LLEVATE DOS” no
era lo más importante para la adquisición, pero ayudaba, además de añadir un
halo de honestidad, desinterés comercial, credibilidad y autenticidad por parte
del grupo, que así era uno de ingenuo. Todo lo cual hacía aún más atractiva la
escucha de un grupo que estaba predestinado a pertenecerme, como orgullosa muestra
a todo lo establecido o lo que sonaba mayoritariamente en las radio fórmulas de
la época, que se resumía en lo que ponían en Los 40 Principales o El Gran
Musical, dueños y señores de las bandas radiofónicas de la época. Y dejar
boquiabiertos a los viejales de Jagger
y Richards. Bueno, tengo que mirar a aquella
época, tratando de no ser ventajista, y rememorar que uno había crecido escuchando en
la radio convencional las canciones dedicadas de Karina, Camilo Sesto, Mocedades o Cecilia. La memoria me trae un recuerdo de escuchar un programa en
onda media por las noches, el del Mariscal
Romero, que por aquella época sin la k, ponía mucha música novedosa para mí,
que en su mayoría me sonaban excesivamente pesadas y no me decían casi nada: Emerson Lake & Palmer, Yes, Genesis o AC-DC. Una
mezcla de lo que se conocía como sinfónico, de progresivo y algo de hard-rock,
hasta que una noche esa radio explotó con unhimno que se clavó a fuego lento en mi cerebro, corazón y estómago. Sonó
“I Want You To Want Me” de unos
tipos que no ponía caras ni cuerpos y que respondían al nombre de Cheap Trick, y aquello significó una
patada para alterar mis gustos. Confieso, nunca mejor momento, que yo no crecí
escuchando a David Bowie, Pink Floyd, Sex Pistols, Bob Marley
o Velvet Underground, de los que precisamente
me persiguen dos recuerdos de los que no salgo bien parado. Sobre todo del
primero, y erala sensación que tenía al leer entrevistas con grupos españoles
de mediados/finales de los ochenta en las que siempre hablaban de sus años
mozos y su crecimiento abducidos por la batuta e influencias de la Velvet Underground, Stooges o MC5, lo cual me llevó a cierto complejo por la simple comparación y
es que casi nadie hablaba de las horteradas que yo había escuchado (así debo de
haber quedado afectado). El segundo es cuando un amigo viajó a Alemania, ya
serían bastante avanzados los ochenta, y me dijo si quería algún disco de
aquellas tierras tan lejanas, antes el extranjero era el extranjero y como las
cosas no llegaban al día siguiente todo parecía, y era,mucho más complicado.
Por supuesto le pedí el disco del plátano de la Velvet Underground, aquel del que todo el mundo hablaba maravillas.
Al mes, a su regreso, y como una sorpresa inesperada, porque uno pensaba que
fuera de mi pueblo todo era tan complicado como aquí, me cité con mi amigo enfrente
de la Universidad, tal vez en La Calleja,
o puede que eso ya lo haya trastocado en mi mente, con el disco. Eran otros
tiempos.
¿Y qué tenía “London Calling” en su interior? Supongo que a estas alturas no se
puede descubrir nada nuevo sobre un disco que tenía TODO lo que necesitaba escuchar en aquellos instantes, sin sobrar
ni faltar nada. Un doble disco, con dieciocho canciones rotuladas en la
contraportada y que además tenía un tema sorpresa no reflejado al final de su
última cara, prueba irrefutable que The Clash
no se movían como los paquidermos de la época por el vil peso de las libras
esterlinas, o de esa manera lo interpretaba, que cada uno acomoda los mensajes
a su propia conveniencia. Allí estaban las diecinueve canciones para disfrutar,
para soñar, para volar.Sin duda era el disco perfecto, era mi disco, porque todas las canciones eran perfectas o al menos esa
perfección que mi reducido mundo de provincias necesitaba en aquellos momentos.
El mejor recuerdo que conservo del disco es el disfrute de cada tema con la
inocencia de un recién llegado a un mundo que se abría, es lo de tener la mente
limpia y absorbente, algo que con el paso del tiempo he ido perdiendo, cosas de
la edad. No tengo ninguna duda que es uno de los discos que más veces he
escuchado entero, sin pausas, desde la primera a la última canción. En el
momento que escribo estas líneas estoy empezando la cara tres, y es de los
pocos discos, no creo que pudiera citar más de cinco, que cada escucha tal vez
no me aporte nada nuevo o me descubra algún matiz o diferentes vibraciones,
pero la verdad es que me sigue sin cansar
su escucha, porque todo discurre con una magia similar, aunque lo mismo es mi
subconsciente, a la que provocó su primera escucha y ese momento de fascinación
tras extraer los encartes de las letras y créditos del disco. Tal vez sea una
ficción mentirosa, pero me sigue llevando a ese momento de, ¿lo podemos llamar
candidez?, seguramente. Sigue funcionando como un reloj, con esa mezcla de
estilos que no tenía ni idea de lo que eran, pero con el paso de la aguja sobre
otros discos fui aprendiendo que “London
Calling” tenía rock, pop, himnos, música disco, ska, épica, reggae, punk y
kilos de actitud. Todo mezclado como en una coctelera y al que no se podía hacer
ningún reproche, unos tipos que se movían en todas las piezas con chulería,
desparpajo, y una elegancia rebelde que me hacían sentir una envidia insana, y
es que gracias a The Clash, y
algunos más, recibí la bofetada de la existencia de otros mundos increíbles y
tan diferentes del mundo que tenía a mi alrededor con quince años, que uno era
bastante pavito por esa época. Sigo siendo bastante pavito y sigo teniendo
envidia insana.
Cuarenta años después han pasado
muchas cosas, tanto en lo personal como a una banda, The Clash, que se iba a comer el mundo y el mundo se los zampó sin
piedad, después de tocar el cielo y convertirse en unas estrellas, que todo hay
que contarlo. Después de “London
Calling” nada volvió a ser igual,
ni siquiera parecido. Tanto talento concentrado en un doble disco no se volvió
a repetir, aunque “Sandinista” (un
triple vinilo por el precio de un doble) trató de emular la jugada, según la
fuente citada al principio, Wikipedia, exactamente el triple disco se editó 363
días después de la edición del disco que nos ha reunido. Aquello ya no fue lo
mismo, ni siquiera para los oídos, aún muy novatos, de un dieciseisañero
provinciano. Gran parte de la exuberancia de 1979 había quedado sepultada en
menos de un año. Y es que así es la vida, no lo podemos negar. Y mira que uno
pensó que el tren iba a arrollar a Jagger
y Richards, que el mundo se les iba
a zampar y, vaya tino tuve, siguen comiéndose el mundo. Pero no nos apartemos de
“London Calling” y demos una nueva
escucha a un disco que sigue ardiendo al sonar, y pese a los aniversarios,
sigue prometiendo y trasmitiendo el elixir de algo irrepetible y mágico. Algo
que podríamos asemejar a una conjunción de astros que unen las primeras e
inocentes degustaciones de canciones con sueños adolescentes que finalmente
confluyen en nuestras propias realidades. Ahora llega tu turno de desempolvar
el vinilo, los casetes, el cd, poner el streaming o buscarlo en la red, que las
posibilidades han aumentado tan exponencialmente que uno se paraliza al pensar
si será del mismo modo la forma en que se ha reducido la capacidad de valorar y
disfrutar, pero eso es otra batallita, al fin y al cabo no dejo ser un cincuenta
y cincoañero. (Tomi Diez Madrigal, diciembre de 2019).
Una de las cosas “no carnales” que más me gusta en esta
vida es escuchar la radio, que a través de las ondas me cuenten historias
y nadie mejor que Mike Stax para contar infinidad de anécdotas. Este es el
motivo de recuperar este single. En el volumen 8 de la serie Pebbles había una
magnífica selección de bandas y temas de los que el “I wonder” de los Gants me
robó el corazón, un tema que perfectamente podría haber sido firmado por Lennon
y McCartney . Ese tema y esa banda se convirtieron en todo un objetivo durante
una época en que internet era ciencia ficción. Con el tiempo y a través de
muchos contactos, sus discos cayeron en mis manos , incluso un
resquebrajado “Road Runner” que me valió la enemistad con un “dealer” nacional….
La primera información que encontré de la banda fue
entre las páginas del número 5 de Ugly Things en donde Mike Stax entrevistaba a
Sid Herring (vocalista con cara de niño y guitarra de esta banda de Greenwood
en Mississippi). El otro día en ”El Sótano” de radio 3 y bajo la batuta de
Diego RJ, Mike y Anja jugaban con discos y hacían su particular guerra de
platos intercambiando discos. En un momento dado las ondas escupieron “Smoke
Rings” que me volvió a sonar brutal y mi memoria, cada vez mas tocada,
tuvo a bien recordarme que los Cynics hicieron este tema en alguno de sus
singles. Removiendo entre sus discos mi subconsciente fue directamente a buscarlo
sabiendo que lo editaron como disco de su club de fans en 1985. Y mas
recuerdos vuelven a mi cabeza con mi amigo Pepo de por medio gestionando el ser
miembros de ese club de fans como colegialas alocadas. Lo cierto es que es que
este tercer single de los Cínicos era un pelotazo donde rendían pleitesía a las
bandas de los 60’s con total pasión empezando por ese “I’m in Pittsburgh and
it’s raining” de los Outcats (San Antonio, TX) con Gregg poniendo el fuzz
de vuelta y media, un fraseo de bajo endiablado y Michael poseído por el diablo
a las voces y la armónica. En la cara b el tema que ha hecho que me ponga a
juntar palabras, “Smoke Rings” del que los Cynics hicieron una revisión
magistral, el órgano silba hipnótico, las seis cuerdas tejen melodías
y Michael vuelve a encandilar son su personalidad. Un disco que recuperado hoy,
casi treinta y cinco años después, me sigue sonando mágico, con los ecos de
esta canción recuerdo lo que decía Sid Herring en la entrevista que le hizo
Mike Stax para aquel atesorable número 5 del Ugly Things (Oscarkotj-2019)
Mike – How did you come up with “Smoke Rings”
Sid – Me and a friend of mine were ridin’ on a
motorcycle, this guy was a funny guy, he was always making jokes. He was
smokin’ a cigarette and tryin’ to blow some smoke rings, and he said something
about that, he said, “I bet you can’t write a song about smoke rings in a wind
tunnel!. So I went ahead and wrote it! (laughter). So we were just messin’
around, it was really a joke.”
Jack Torera y
sus chicos arremeten con nuevo álbum y de nuevo con el apoyo incondicional del
Voodoo Rythm a la espalda, el resultado 10 temas a los cuales les han metido
mano personajes como King Khan y Nene Baratto tipos con curriculum en la casa
del Beat – Man que se han encargado de la producción mientras que JimDiamond desde Detroit les ha dado el ultimo
pulido desde el Ghetto. 10 temas que han recibido el beneplácito de tipos como
Alice Cooper, Rodney Bingenheiner o Little Steven que han pinchado estos temas
desde sus respectivos programas de radio. Lo cierto es que es imposible
resistirse a ataque de fuzz con que abren este cuarto album, con ese “Dreamer”
en picado en donde el trio muestra una entrega absoluta, la base rítmica es
contundente con un bajista intratable y la propia Jack Torera haciendo las
delicias a las seis cuerdas, le siguen “What about you” en donde me recuerdan a
la banda de Rich Coffee los olvidados Thee Fourgiven , tan solo dos temas y uno
cae rendido ante los Jackets que siguen pisando el pedal del fuzz sin compasión
en temas como “Steam queen” uno de mis favoritos del este disco, se sacan un
pepinazo de libro en ese “Don’t leave me alone” en donde parecen la Chocolate
Watchband con Grace Slick al frente, “Queen of the pill” el tema que da titulo
al disco no da tregua, otro favorito es “Losers Lullaby” punk rock de primera
bajo el tamiz de este trió y que me imagino en manos de mis queridos Munlet,
sin pasar por alto “Floating Alice” de nuevo con los ecos de Mrs Slick a las
voces, “Deeper Way” o “Be myself” que pone un broche de lujo a un disco que me
ha gustado de verdad. (Oscarkotj-2019)
Desde California mi banda favorita en estas ultimas semanas, banda con residuos
humanos de Cheap Tissue , The Neumansincluso
Night Times con Mr. Magoo Benavides alas guitarras , este combi entregan un single que es puro Back from the
Grave en pleno siglo XXI y como fan de esa maldita serie que soy cuando suena
“Give back what you take” mi mente vuela unos cuantos años atrása cualquier garage de cualquier estado de los
USA en donde infinidad de mocosos hacían el rock and roll mas crudo,
amateury para mi adorable, pues ese
espíritu es lo que desprende el primer single de estos tipos, con especial
atención al trabajo de Issac Plummer a las teclassobre todo en la cara B “Sun goes down” , un
disco que hay que tener si o si . Cuando aun sigue el zumbidoo del fuzz de este
single el amigo Lazy Juanma anuncia que el segundo disco de estos chavales vera
la luz en su sello Bickertony puedo
asegurarte que tras escucharlo se hace obligatoria su adquisición, “My love
ain’t a lie” con riff robado a los Nirvana por todo el morro y aderezado de
fuzz y martilleante teclado se hace adictivo a la primera escucha, en la otra
cara “that’s voodoo” en donde los californianos dejan los sonidos mas básicos
que nos enloquecen para crear un ambiente sónico ideal para cualquier historia
de John Fanteen un tema sobrado de
intensidad y todo ello envuelto en una magnifica portada que mucho me temoharán que estesingle se una pieza a buscar en poco tiempo. (Oscarkotj 2019)
Otro de esos ep’s explosivos, punk rock con mucho garaje o
viceversa son este quinteto con gente de mis añorados Flying Over entre
sus filas, disparan a bocajarro tres pepinacos como “More Reaction” veneno
impregnado del espíritu del 77 sin nada de atrezzo y con esas guitarras que me
vuelven loco de remate ejecutando “Post Tour Depression” que parece firmada por
los Nomads y que puedo imaginar pasada por las manos de los Cramps y ¡¡flipo¡¡.
La cara b parecen los Dead Moon cuando agarran “I hate the scene” de unos
desconocidos para mi Demolition Girl and the Strawberry Boys,. Un ep que
posiblemente pase desapercibido entre la infinidad de discos que se editan a
día de hoy pero seguro que no te deja indiferente si le das una
oportunidad.
Todo el mundo ha escuchado la
canción de los Beatles con este título, ese descontrol que predicaban en aquel
mítico álbum blanco, pues el tema en cuestión le debió cruzar los cables al bueno
de Jesse Hector, tipo tan básico como desconocido en el rock and roll
británico de los los últimos 60 años. Empieza a tocar la guitarra en bandas a
los 11 años emulando al R&R Trio de Johnny Burnette, pasando
por la escena de los 60´s junto los The Clique, viviendo el glam rock, el
hard rock y el punk rock en primera línea de fuego en diferentes bandas de las
cuales la mas conocida es The Gorillas, banda capital en el mítico sello
Chiswick, en definitiva un culo inquieto que aun hoy sigue dando guerra. El
artefacto que tenemos en mano es la reedición del single de una de sus muchas
bandas Helter Skelter que, sin duda, hace honor al significado de la palabra.
Aquí esta el embrión de The Hammersmith Gorillas, con Jesse Hector
y Gary Anderson que en 1971 grabaron unos temas del tirón que no vieron la luz
hasta que en plena vorágine punk el sello Sticky Records lo pone en
circulación. Esta reedición se abre con “I need you”, un tema que
directamente te deja KO, las guitarras literalmente te arrollan, el bajo y la
batería te rematan y Jesse pone la guinda con su particular manera de cantar,
toda una lección de R&R que sin trampa ni cartón convence al mas incrédulo.
La cara b con “Goodbye baby” a medio tiempo y de sonido no apto para
tipos de oído fino apuntalan mi admiración por este tipo que no decae
hasta incluso el cierre que lo hace con un tema inédito (en vinilo)
como “I live in style in Maida Vale” una pequeña maravilla con las guitarras
mas domesticadas y estos chavales mirando a los Kinks. A todas luces un disco
por el que merece la pena rascarse el bolsillo y estar atento al doble lp que
este sello promete de los Gorillas y del cual te aconsejo sigas el rastro pues
tiene un catálogo sin desperdicio. (Oscarkotj- 2019)
Aún recuerdo lo que me costó hacerme con este disco en los años en que internet era ciencia ficción, infinidad de intentos de contacto con establecimientos de llamadas y la consiguiente factura que ponía a mis padres de uñas. Cuando por fin apareció en el correo, sentí de inmediato la necesidad de pinchármelo en vena como un junkie desesperado tras una larga espera en donde mis únicas referencias eras la palabras sobre sobre papel de Mr. Aparicio. La psicodélica y amateur portada roja con una pequeña foto de la banda ya me parecía cojonuda y los sonidos una orgía de ruda psicodelia y garage que me hicieron fan suyo desde el primer momento que sonó “Some people” sonido con aplomo de bajo y batería, una guitarra sobrevolando a degüello el infecto sonido del farfisa, un pelotazo que aún hoy mientras suena, me pone en órbita. Le sigue “I got a girl” en donde la sección rítmica no da tregua y Lance Kaufman te atraviesa los oídos con el machacón teclado en donde, la palabra psicodelia en manos de Yard Trauma, lejos de envolverte en un sueño, te lleva a los sonidos mas paranoicos en ese “Just a dream” para cerrar con otro disparo de garage punk titulado “Over and over” que hace temblar los cimientos de este chigre. En la cara b todo un clásico de la banda “No Conclusions” con la distorsión carente de compasión y el farfisa cruzándote la cara que dan paso a la única versión de este minilp, el “City of People” de los Illusions (Detroit). Rebusca entre los back from the grave para ver como se las gastaban estos mocosos, la versión de los Trauma te aseguro que deja secuelas, al igual que la urgencia de “Way it will be” en donde se pueden vislumbrar, entre el arrollador sonido punk algún resquicio de pop, que deja paso a “Little Girl (Who Left)”en donde asimilan infinidad de influencias para transformarlas en un sonido absolutamente personal en un disco de 1983 que hoy hemos recuperado para esta sección y que nos sirve de introducción a la banda de la que todo el mundo habla y pierde los papeles ante, sus hasta la fecha, escasos discos. (Oscarkotj - 2019)
La banda de Matt Julian me sorprendió hace unos meses con un primer álbum que difícilmente puedes retirar del giradiscos. Con motivo de la gira que han hecho por el país, los dos sellos que editaron en España este disco, se sacan de la manga un single que puede convertirse en el disco del verano. Por un lado “Seen better days” que estaba incluido en su álbum de debut “Just another regular summer”. Un pepinazo de power pop en toda regla que parece facturado entre 1978 y 1982 como fondo de cajón de cualquier multinacional para no descolgarse de lo que estaba ocurriendo en la industria musical y que luego algunos pirados van descubriendo y atesorando. Durante aquellos años en las emisoras de radio formula sonaba Kirsty McColl con un tema simpático titulado “Hay un chico que trabaja en la tienda de patatas fritas que jura que es Elvis”. Eran temas que a chicos “diferentes” como nosotros nos llenaban la cabeza de sonidos y nos atrapaban con sus acordes. En la cara b de este single los Speedways recuperan a Kirsty con lo que fue su primer single para la marca Stiff y el anterior al nombrado unas líneas atrás “They don’t know” que estos chicos prenden fuego dejando atrás la languidez con que Kirsty interpretaba ese tema dándole mucho mas gancho, con unas guitarras que te arañan la piel y unos coros que hacen que nos colguemos aun mas por ellos . Por cierto! creo que es momento de recuperar el lp “Heavy Metal Bombs” de The Breakdowns (la banda anterior de Matt Julian) que Ghost Highway publicó hace unos años
Como consumidor compulsivo que soy de la marca Ritmo Voodoo , no era de extrañar que tarde o temprano me diera de bruces con esta banda de Torino. En la ultima entrega del sello del predicador loco aka Mr Beatman, mi camello de plásticos sonoros, me incluye una copia de “Holy Motor”, primer lp de The Sloks y, de la misma manera que ocurre con cada disco de este sello, el poner la aguja sobre los surcos de cada una de sus referencias es siempre un acto de incertidumbre sobre lo que los altavoces pueden escupir. EL disco lo abre “One Up” un azote de ruidos, voces, tambores y guitarras enloquecidas llevadas al límite ,una carta de presentación que te deja en la entrada del manicomio mas insano donde los delirios de Ivy Claudy (voz) se agudizan con la base rítmica de Peter Chopstick (batería) y Buddy Fuzz (guitarra), un viaje por el infierno en donde temas como “Rat”, “Holy motor”, “Jazz is dead”, “The swamp” o “Lost memories” te pasean por el lado mas oscuro del rock and roll con un sonido hiperprimitivo, cargado de desesperación, de locura y tan crudo como una muerte violenta vista sin censura. Un disco que, como bien dice su hoja promocional, llega desde el frenopatico hasta tu salón para llevarte de vuelta y sin retorno al hospital mental con las neuronas totalmente irrecuperables. Si no tienes miedo al miedo, este es tu disco. (Oscarkotj-2019)
Cuando leas
estas líneas ya estará disponible este artefacto y tributo a una de las bandas más
grandes y, a la vez, humilde que ha dado la historia del rock and roll en los
últimos 30 años. Se me hace difícil pensar en alguien que le guste el rock and
roll de verdad que no se haya visto impresionado por la banda de Fred
Cole (1948-2017). No vamos a detallar todo lo que este tipo ha hecho en
el rock and roll, solo decir que Dead Moon con tres acordes te agarraban las
entrañas para ponerte a vivir. No eran la mejor banda del mundo, no innovaban,
no buscaban dar un golpe de efecto, solo enchufaban sus instrumentos y lo que
escupían los amplificadores era AUTENTICIDAD. Solo con esa
presentación es complicado hacer frente al legado que dejaron, infinidad de
canciones que son himnos y una más que atesorable discografía. Este disco sigue
todas las pautas que Ghost Highway puede permitirse el lujo de autoimponerse a
la hora de editar un disco. Un doble diez pulgadas a elegir entre vinilo blanco
y vinilo negro (500 copias de cada edición), IMPRESIONANTE portada abierta a
cargo de Mik Baro acompañado por un poster a cargo de Rui Ricardo,
colaborador del otro sello que edita este homenaje a Fred, Toody y Andrew. En
la parte musical 19 bandas que salvan los muebles con nota pero ¡amigo mío! llegar
a conseguir las sensaciones que transmitía la luna muerta se me hace
prácticamente imposible.
El disco
comienza con una baza segura como pueden ser los Hellacopters que se despachan
“Rescue” con total solvencia llevándose el tema a su terreno. Esa misma premisa
se gastan los Sewergrooves con el “Cloud of dawn”, Sator o Chuck Norris
Experiment con “Dead Moon Night” y “Walking my grave” respectivamente.
La cara 2 la
abren los incontestables Nomads con “Graveyard” y la cierran mis adorados
Monomen con “50-40 of Fight”, dos bandas que en los 90’s ya sentían total
admiración por el trío de Clackamas. Entre medias de esos surcos los Demons
dejan buen sabor de boca con otro clásico como es “Out on the wire”, The
Lovesores con Scott Drake, defienden “My Escape” con solvencia y
con la guitarras a un nivel superior, mientras que The Boatsmen hacen lo propio
con “Kickid out kicked in”.
Sonic Beat
Explosion abren la cara 3 con “40 miles of bad road” para dar paso a una de mis
adaptaciones favoritas en este disco como es la interpretación super personal
que hacen Munlet de “Sabotage”, dando paso a Dirty Coal Train con “The 99’s”
repleto de guitarras mágicas. Completan esta cara La Secta con “Ricochet” y
unos soberbios Buffalo que se marcan un “Dead in the saddle” repleto de
elegancia.
Mary’s Kids
arranca la cara 4, siendo, a mi parecer, el grupo que mejor refleja el
espíritu de la banda homenajeada con un “Ill of the dead” que transmite todo lo
que el trío de Fred era capaz de generar sobre un escenario. Con el
espíritu de los Seeds los portugueses The Brooms se marcan el “Don’t burn the
fires”, el que fuera primer single de la Luna Muerta,con el
que empezaron a escribir su increíble carrera. Desde Leon Holy Sheep miran a la
luna muerta con un intenso “Psychodelic Nightmare” para dar paso a The Suicide
Notes que se pelea con un “Johnny’s got a gun” que hace que sea mi momento
favorito de este disco. Cierra King Mastino con las guitarras en deuda con Ron
Asheton en ese “War is blind” que me hace
volver a poner el primer disco en el plato y volver a repasar cada uno de
los temas aquí incluidos. ..Y uno, de forma impulsiva, empieza a sacar de los
cajones títulos como Destination X, In the Graveyard, Unknown Passage … (Oscarkotj-2019)
Jeff Dahl fue uno
de los responsable de poner banda sonora a mi vida durante la década de los 90’s.
Me robó el corazón con aquel “Vomit wet kiss” y desde entonces en cuanto
aparecía un disco suyo, el agujero de mi bolsillo se hacía más grande. Con el
nuevo siglo su producción discográfica desaceleró de manera vertiginosa
hasta casi perderle la pista hasta que el sello de la Autopista Fantasma
lo recupera en un minilp que no deja de girar en mi cabeza. Tan solo seis
temas que me transportan a la década de los 90’s en donde todo el mundo
comulgaba con la etiqueta “Indie” y unos cuantos flipados alucinábamos con el
punk rock de este Hawaiano. Para la ocasión la banda que acompañan a Mr
Dahl son los suecos Demons que abren fuego con “French Caugh Syrup” rock
and roll clásico sobrado de nervio que te pone la sangre a punto de ebullición,
al que sigue “Going Underground” con un sonido menos agudo que el
original aparecido en “I kill me”, un tema al que los Demons aportan mucho mas
cuerpo dándole un sonido más clásico y dejando claro cuáles son las
influencias de estos demonios haciendo
de este tema una adaptación demoledora. Para cerrar la cara A recurren “Lisa’s
world” otro clásico del americano que suena como un disparo en la noche.
La cara b se abre con “Mean Street Beat” firmado a medias entre Jeff Dahl y
Mathias Carlsson en donde la escuela sueca pesa de sobremanera, ritmo
constante, golpes de órgano, guiños al glam rock y guitarras cargadas de acido
sulfúrico que dan paso a ese eterno “I don’t wanna” que parece robado a
los mismísimos Dictators, para cerrar con un “Sonic Reducer” que tira de espaldas,
machacado con rabia y pasión a partes iguales, el bajo y la batería a un
ritmo endiablado y las guitarras hurgando en las heridas de la memoria. Un
discazo en toda regla. (Oscarkotj-2019)
Tras dos ep’s que han desgastado el diamante del tocadiscos
, la banda de Portland entrega una nueva rodaja de garage punk en toda regla.
Matt y Lisa han pillado unos packs de cervezas y se han metido en el sótano de
Dave Berkham (Reverberations) para jugar con la grabadora que el bueno de
Dave ha pillado y de esas sesiones salen estos cuatro nuevos temas. Empiezan
con un “Two Stroke Smoke” que supura espíritu y actitud teenager por todos los
poros que complementa de largo las posibles carencias que pueda tener el ahora
cuarteto con la incorporación de Miss Kitka a las teclas muy presentes en
este tema que sin duda bailara Lux Interior allá
donde esté. “Kimchi” es otro ejercicio de garaje punk cargado de teclado
machaca neuronas, dos temas propios que dan paso a dos versiones en la cara b,
empezando por una magnifica revisión del “No More” de Morning Dew en
donde Matt anda realmente fino a la guitarra. Cierran este artefacto con otra
lectura endiablada del “Want me” de los Night Crawlers que te hace
desempolvar la biblia del garaje punk según Tim Warren. Todo ello con
magnifica portada de Rui Ricardo fijo en nómina en la factoría Chaputa,
los retoques de Mike Mariconda y la entrega sin concesiones de una banda que me flipa. (Oscarkotj 2019)
Los
funambulistas más atrevidos desafían a la parca prescindiendo de la red en sus
números. Esa red que concede seguridad y confianza es un estorbo para el
talento y la locura de quien decide arriesgar, un elemento inútil para aquel
que no se conforma con el aplauso del respetable sino que busca el asombro y la
sorpresa. La libertad es innegociable, sólo el artista osado es capaz de dar
forma a una obra que trasciende el espacio y el tiempo. La música no es ajena a
estos principios, son muchas las formaciones que se lanzan al vacío con la
protección de la red, conscientes de que el riesgo es mínimo, pero son los
temerarios, aquellos que huyen de corsés y manuales de estilo, los que acaban
firmando discos que pasan a ocupar un lugar privilegiado en la banda sonora de
nuestras vidas. En ello andan metidos estos cuatro intrépidos que responden al
nombre de Jíbaros, que han decidido apartarse de los caminos trillados para dar
forma a un disco soberbio. En “Dislexia”, César, David, Alberto y Gabriel
caminan sobre el alambre sin red, el talento que rebosan les protege de
cualquier caída y les hace caminar con paso firme a lo largo de los 12 cortes
que componen este disco.
Y es que desde el mismo título, el segundo LP de Jíbaros es
una declaración de intenciones. Esa “Dislexia” es el efecto que pretenden causar en el oyente: el contraste entre el pop
luminoso de algunas de sus canciones y el rock asfixiante y denso de algunos de
los pasajes del disco; dislexia sonora, genial sinestesia jíbara. Esa
alteración sensorial se produce con el primer tema del disco, “Confusión # 9”,
un disparo de pop turbio, áspero, melodías que raspan y nos arañan con dulzura
los oídos. “Te tengo” nos rompe la cintura, es un regate de pop nueva olero que
contrarresta el visceral arranque del LP. La tercera canción del álbum se
titula “Nuestra canción”, un soberbio trabajo de guitarras y voces deudor de
Nick Lowe. “Cerebro electrónico” conecta con la frescura del pop español de los
años 60, pero lo hace en clave de beat oscuro y con una letra alucinógena y
alucinante; una maravilla. Pero quizás una de las gemas disléxicas de este
disco sea “Guerra mundial”, un tema que nos descoloca con sus primeros acordes,
una canción que, partiendo de un ramalazo de postpunk, metamorfosea hasta
convertirse en una soberbia composición de pop pluscuamperfecto. El broche a la
cara A de “Dislexia” lo pone “Posibilidad”, un pepinazo cósmico que ya nos
habían adelantado Jíbaros como cara B de su single Parranda (Sweet Grooves /
Hurrah! / Snap. 2018); descaro callejero y energía a raudales.
Damos la vuelta al disco y nos asalta otro brote de
dislexia, una tremenda canción que cabalga entre el punk y el glam, uno de esos
temas que crecen a cada escucha, una melodía de largo recorrido sostenida por
unas magníficas guitarras y construída en torno a una gran letra. “Ritmo
tropical” relaja el tono profundo de su antecesor, es como ese amigo que te da
un golpe en la espalda cuando te pones muy profundo y te dice “anda, vamos a
divertirnos”. Y vaya si lo consigue, es un tema pegadizo, con un estribillo de
los que se tatúan en la memoria, un himno de powerpop hipervitaminado que hace
que todos queramos subirnos a esa moto de la que habla la letra. “La fábrica de
problemas” retoma la senda más abrupta del disco a base de rock venenoso y
áspero. El vivo retrato de una banda inconformista que no tiene reparos en
transitar los caminos menos amables del pop y que sabe salir victoriosa del
desafío. La urgencia y la energía del mejor powerpop están presentes en
“Buscándote otra vez”, puro jibarismo que nos hace pensar en su primer trabajo,
una canción sobresaliente. El guante lo recoge con elegancia y acierto “Las
palabras se las lleva el viento”, una composición de pop con retrogusto
garagero, en la onda de Muck & The Mires, y que enfila con garra y carácter
el final de un disco que no queremos que se acabe nunca. Es “Rock Star Lux” la
canción que pone fin a esta “Dislexia”, y lo hace a base de pop glamuroso
pertrechado de resplandecientes guitarras. Un broche de oro a un disco sublime,
que consagra a Jíbaros como uno de los grupos más en forma del panorama musical
español.
“Dislexia” ve la luz gracias al esfuerzo y a la
unión de cinco pequeños grandes sellos: KOTJ, Sweet Grooves, Hurrah!, Delia y
Snap. Cinco sabuesos de refinado olfato que siempre andan en busca de la
melodía perfecta. El disco ha sido grabado y mezclado por Pepe Bermejo y
masterizado por Raúl Martínez en Klangstudio 7. Y no podemos pasar por alto el
trabajo de Víctor VS, que ha sabido captar la esencia jibarita y disléxica de
este disco en una portada que recoge los cuatro brazos de los músicos a modo de
hidra desatada. Tomen asiento y contemplen la arriesgada maniobra de Jíbaros,
que le muestran el dedo corazón a la autocomplacencia con un disco que derrocha
versatilidad e ingenio. Cuando la sorpresa les haya permitido cerrar la boca,
pueden ustedes aplaudir, estamos ante uno de los discos del año.