martes, 31 de diciembre de 2019

Marc Jonson & Compañía de Sueños Ilimitada – My girlfriend (Doesn´t like The Ramones) (Munster Records Single)


¿Quien coños es Marc Jonson? y quienes son esa Compañía de Sueños Ilimitada que le acompañan?. Hasta la fecha ni puta idea, pero cuando uno se topa con un titulo tan rotundo no puede por menos que picar y lo que suena es un certero disparo de power pop que no eres capaz de sacudirte de la cabeza. En la cara b otro titulo que me atrevería a afirmar que todos hemos sentido mas de una vez como es “I don’t wanna go to school today” que, musicalmente, sigue la estela de los rompecorazones de Tom Petty. Y es que uno no puede mas que alegrarse por añadir a su colección una pieza de poco mas de un euro con dos joyas como canciones.

Acerca de Marc Jonson, investigando, descubro que en 1972 edito un álbum para Vanguard Records, reeditado por Munster Records. Folk rock en vena, mano a mano junto a Nick Drake con el que piso las mismas tablas que Bob Dylan en el Greenwich Village Club y que desde entonces ha estado entre las sombras de multiples proyectos propios y ajenos. Sin parar de investigar lo encontramos en discos de Willie Nile, Robert Gordon, Dave EdmundsPaul Butterfield o Smithereens, además de formar parte de las bandas sonoras de películas como “Buscando a Nemo”, “Cars” o “Ratatoulle” !ahí es nada amigo!. En este disco se hace acompañar de tres Santanderinos a los que no perder la pista.



domingo, 29 de diciembre de 2019

Tommy Reltone - Ta Voisine Helicoptere (Snap!! Records/KOTJ Records single)


Tommy Reltone es el anagrama de Tommy Lorente, nuestro ídolo francés del powerpop, que está felizmente de vuelta con un single coeditado por KOTJ y Snap!! en España y por Yaourt Productions en Francia. Si algo no se le puede reprochar al bueno de Tommy es que peque de autocomplacencia, ya que en sus diferentes trabajos huye del encasillamiento, a pesar de moverse en unas coordenadas sonoras muy determinadas, y se esfuerza en que cada canción que nos entrega suene diferente a la anterior. "Ta Voisine Hélicoptère" y "L'Anniversaire" son los dos cortes que conforman esta nueva referencia y no son una excepción a esa máxima, en ambas, la guitarra de Tommy suena más 60's que nunca, introduciendo claramente matices que en otras composiciones suyas tan sólo se adivinaban. Puede ser la evolución coherente y lógica que suceda al magnífico disco que nos regaló el año pasado junto a la Cavalerie, un CD grabado a la antigua usanza, urgente, instantáneo, y en el que asomaba la faceta más pub rock del francés. Sea como fuere, demos la bienvenida a otras dos grandes canciones que engrosan la impoluta hoja de servicio de Tommy Lorente, Reltone en esta nueva encarnación, dos pepinazos rebosantes de energía, aunque sin perder de vista la melodía, que dejan bien claro que cuando se trata de meter una marcha más y sacar a relucir el lado salvaje, Tommy también anda sobrado de talento. Por ahora, nos quedamos con ganas de más y con la duda de si Reltone sustituirá definitivamente a Lorente o si se trata tan sólo de un genial ataque de locura transitoria. Mientras despejamos la incógnita, disfrutemos en bucle de este artefacto. Magnifique. (Binguero -2019)



lunes, 9 de diciembre de 2019

EL ROCK´N´ROLL DE 1.980 SE LLAMABA THE CLASH


Según Wikipedia fue un 14 de diciembre de 1979 cuando se editó el disco que hizo eternos a The Clash, el afamado “London Calling”, aquel disco de portada impactante, con la fotografía del bajista de la banda rompiendo sin piedad  su bajo, y rodeado del grafismo de Raw Lowry, inspirado en el primer disco de Elvis Presley, lo cual supe años después de casualidad, igual que por azar supe que Pennie Smith, autora de la fotografía de Paul Simonon (bajista) tomó la misma en una actuación de la banda en el Palladium de New York, y pese a la inicial reticencia de la fotógrafa por evitar que una fotografía imperfecta y de poca calidad fuera la imagen de la portada, la misma se convirtió no solamente en su portada sino en una imagen icónica con el paso del tiempo. Pero ya digo que todos los alrededores o dimes y diretes del disco  los fui conociendo mucho después y que hoy en día están al alcance de todo el mundo vía internet. Y tampoco debemos olvidar que hubo una época en que ni los discos, ni los libros, ni las películas,se editaban o proyectaban simultáneamente en todas partes y que en provincias llegaban cuando llegaban, que eso de la inmediatez es algo bastante reciente y no existía en el siglo pasado. La verdad es que hemos perdido la paciencia a la vez que nos hemos dejado aparcada la capacidad de disfrute, aunque tal vez solamente sea una reflexión personal llevada por el paso del tiempo, que ya tengo una edad.


Para mí, el afamado “London Calling” se editó en junio de 1980, cuando con mis pipiolines quince años fui al kiosko a comprar el número quincenal de una revista con forma de periódico que se llamaba Disco Actualidad, una revista que venía “de provincias”, si con Zaragoza podemos usar ese término, que comparado con mi pueblo es mucho comparar. Debo aclarar y recordar, aunque la memoria suele ser bastante tramposa, que en aquella época uno llegaba al kiosko a comprar algunas revistas que no me acababan de convencer, ya que Popular 1 y Vibraciones, me parecía que estaban orientadas hacia un público de más edad que hacia las ensoñaciones de un quinceañero, en resumen, demasiado Led Zeppelin o Lou Reed, y poco Graham Parker o Nick Lowe, como representantes de todos aquellos sonidos con que uno se alimentaba en las noches de Radio 3 desde el verano de 1979, gracias al Popgrama del UHF que nos avisó de la emisión a nivel nacional de una radio que ponía cosas que a uno le parecían más frescas y acordes con mi despertar juvenil. En fin, supongo que el Disco Expres, Sal Común y otras revistas de la época me parecerían más jipiosas, y no recuerdo comprarlas en su momento, demasiado Frank Zappa. Así que en el kiosko me topé con una portada en la que el presente se enfrentaba con el pasado: The Clash versus The Rolling Stones, que merecería unas líneas el asunto, pero en aquel instante uno por edad y por todo estaba del lado de los desconocidos TheClash, sin dudar ni un segundo, pese a no haberles escuchado nunca.

En su interior había un artículo central a doble página, cuyo título ya me hizo salivar, eso seguro. “El rock´n´roll de 1.980se llama The Clash”. ¿Qué más puede fantasear un provinciano quinceañero para sentirse bien o reafirmarse?. En palabras del siglo XXI o tal vez del XX, pero no desde luego de principios de los ochenta, ese titular era una promesa de ser in, cool o estar en la pomada, y yo con quince años, wow. El artículo venía firmado por un señor llamado Diego A. Manrique al que veía en el UHF compartir con otro señor que me caía muy bien, Carlos Tena, la presentación de Popgrama, y esa cabecera mítica. También guardo un recuerdo un poco entre nieblas de ver por allí a Ángel Casas, pero me parecía más señor todavía y ya confundo y mezclo con sus años posteriores en Musical Express, pero el recuerdo es de mezclarse un poco todo. Era la televisión musical que teníamos, era la prensa musical que teníamos y era la vida que teníamos muy a principios de los ochenta. Recuerdo con meridiana claridad leer el artículo y mi corazón empezando a bombear sangre porque Diego“escribía” para mí, exclusivamente para mí, y me comentaba como una confidencia que esa banda desconocida para servidor, The Clash, habían editado su tercer disco, “London Calling” y que aquel disco era nuestro presente en aquellos momentos.

La reacción fue inmediata al leer el artículo de Diego A. Manrique, salir a la calle a buscar aquella ambrosía que me auto-prometía situarme en el centro de algo más importante que la vida, pecadillos de juventud. Supongo que para alguien capitalino, o de una urbe con proyección es muy complicado entender que los provincianos además de nuestras taras naturales tenemos la tara en los genes del provincianismo, de difícil cura. Creo que casi todos los que puedan leer esto en algún momento de sus vidas habrán vivido historias similares, cambiando lugares, nombres o urgencias. Hay discos que uno recuerda perfectamente dónde los ha comprado, y tiene una conexión emotiva con ese recuerdo. Es por ello que seguramente habré olvidado muchas cosas, muchos días, muchas personas, seguramente importantes, pero no puedo olvidar que me compré “Candy O” de The Cars en Música Y Quinielas, esa tienda que había que bajar en la esquina de la Plaza Mayor de mi pueblo, o que en Videosón, que sigue existiendo en la calle López Gómez me compré “The River” de Bruce Springsteen, o que me compré en la histórica Discos K de la calle Esgueva “La Ley Del Desierto/La Ley Del Mar” de Radio Futura, o en la planta baja de los Almacenes Marny de la calle Regalado, en una esquina que tenían en la planta baja, me compré el single, con el poster, de “Horror En El Hipermercado”Alaska Y Los Pegamoides, o en la vanguardista Discos Foxy del Pasaje Gutiérrez me compré el maxi de “This Charming Man” de The Smiths, o que en Galerías Preciados, la de Ruiz Mateos,de la calle Constitución me compré “El Último Bar” de Mamá, y que, llegamos al lugar que queríamos llegar, en Músical 2000 de la calle Padilla me compré una mañana de sábado el mitificado en mi cabeza “London Calling” de The Clash, el disco predestinado a cambiar mi vida, o eso sentí yo al leer el artículo de Diego A. Manrique.


La verdad es que el reclamo de “2 CREETELO!! PAGA UNO LLEVATE DOS” no era lo más importante para la adquisición, pero ayudaba, además de añadir un halo de honestidad, desinterés comercial, credibilidad y autenticidad por parte del grupo, que así era uno de ingenuo. Todo lo cual hacía aún más atractiva la escucha de un grupo que estaba predestinado a pertenecerme, como orgullosa muestra a todo lo establecido o lo que sonaba mayoritariamente en las radio fórmulas de la época, que se resumía en lo que ponían en Los 40 Principales o El Gran Musical, dueños y señores de las bandas radiofónicas de la época. Y dejar boquiabiertos a los viejales de Jagger y Richards. Bueno, tengo que mirar a aquella época, tratando de no ser ventajista, y rememorar que uno había crecido escuchando en la radio convencional las canciones dedicadas de Karina, Camilo Sesto, Mocedades o Cecilia. La memoria me trae un recuerdo de escuchar un programa en onda media por las noches, el del Mariscal Romero, que por aquella época sin la k, ponía mucha música novedosa para mí, que en su mayoría me sonaban excesivamente pesadas y no me decían casi nada: Emerson Lake & Palmer, Yes, Genesis o AC-DC. Una mezcla de lo que se conocía como sinfónico, de progresivo y algo de hard-rock, hasta que una noche esa radio explotó con un  himno que se clavó a fuego lento en mi cerebro, corazón y estómago. Sonó “I Want You To Want Me” de unos tipos que no ponía caras ni cuerpos y que respondían al nombre de Cheap Trick, y aquello significó una patada para alterar mis gustos. Confieso, nunca mejor momento, que yo no crecí escuchando a David Bowie, Pink Floyd, Sex Pistols, Bob Marley o Velvet Underground, de los que precisamente me persiguen dos recuerdos de los que no salgo bien parado. Sobre todo del primero, y erala sensación que tenía al leer entrevistas con grupos españoles de mediados/finales de los ochenta en las que siempre hablaban de sus años mozos y su crecimiento abducidos por la batuta e influencias de la Velvet Underground, Stooges o MC5, lo cual me llevó a cierto complejo por la simple comparación y es que casi nadie hablaba de las horteradas que yo había escuchado (así debo de haber quedado afectado). El segundo es cuando un amigo viajó a Alemania, ya serían bastante avanzados los ochenta, y me dijo si quería algún disco de aquellas tierras tan lejanas, antes el extranjero era el extranjero y como las cosas no llegaban al día siguiente todo parecía, y era,mucho más complicado. Por supuesto le pedí el disco del plátano de la Velvet Underground, aquel del que todo el mundo hablaba maravillas. Al mes, a su regreso, y como una sorpresa inesperada, porque uno pensaba que fuera de mi pueblo todo era tan complicado como aquí, me cité con mi amigo enfrente de la Universidad, tal vez en La Calleja, o puede que eso ya lo haya trastocado en mi mente, con el disco. Eran otros tiempos.


¿Y qué tenía “London Calling” en su interior? Supongo que a estas alturas no se puede descubrir nada nuevo sobre un disco que tenía TODO lo que necesitaba escuchar en aquellos instantes, sin sobrar ni faltar nada. Un doble disco, con dieciocho canciones rotuladas en la contraportada y que además tenía un tema sorpresa no reflejado al final de su última cara, prueba irrefutable que The Clash no se movían como los paquidermos de la época por el vil peso de las libras esterlinas, o de esa manera lo interpretaba, que cada uno acomoda los mensajes a su propia conveniencia. Allí estaban las diecinueve canciones para disfrutar, para soñar, para volar.Sin duda era el disco perfecto, era mi disco, porque todas las canciones eran perfectas o al menos esa perfección que mi reducido mundo de provincias necesitaba en aquellos momentos. El mejor recuerdo que conservo del disco es el disfrute de cada tema con la inocencia de un recién llegado a un mundo que se abría, es lo de tener la mente limpia y absorbente, algo que con el paso del tiempo he ido perdiendo, cosas de la edad. No tengo ninguna duda que es uno de los discos que más veces he escuchado entero, sin pausas, desde la primera a la última canción. En el momento que escribo estas líneas estoy empezando la cara tres, y es de los pocos discos, no creo que pudiera citar más de cinco, que cada escucha tal vez no me aporte nada nuevo o me descubra algún matiz o diferentes vibraciones, pero la verdad es que me sigue sin  cansar su escucha, porque todo discurre con una magia similar, aunque lo mismo es mi subconsciente, a la que provocó su primera escucha y ese momento de fascinación tras extraer los encartes de las letras y créditos del disco. Tal vez sea una ficción mentirosa, pero me sigue llevando a ese momento de, ¿lo podemos llamar candidez?, seguramente. Sigue funcionando como un reloj, con esa mezcla de estilos que no tenía ni idea de lo que eran, pero con el paso de la aguja sobre otros discos fui aprendiendo que “London Calling” tenía rock, pop, himnos, música disco, ska, épica, reggae, punk y kilos de actitud. Todo mezclado como en una coctelera y al que no se podía hacer ningún reproche, unos tipos que se movían en todas las piezas con chulería, desparpajo, y una elegancia rebelde que me hacían sentir una envidia insana, y es que gracias a The Clash, y algunos más, recibí la bofetada de la existencia de otros mundos increíbles y tan diferentes del mundo que tenía a mi alrededor con quince años, que uno era bastante pavito por esa época. Sigo siendo bastante pavito y sigo teniendo envidia insana.


Cuarenta años después han pasado muchas cosas, tanto en lo personal como a una banda, The Clash, que se iba a comer el mundo y el mundo se los zampó sin piedad, después de tocar el cielo y convertirse en unas estrellas, que todo hay que contarlo. Después de “London Calling” nada volvió a ser igual, ni siquiera parecido. Tanto talento concentrado en un doble disco no se volvió a repetir, aunque “Sandinista” (un triple vinilo por el precio de un doble) trató de emular la jugada, según la fuente citada al principio, Wikipedia, exactamente el triple disco se editó 363 días después de la edición del disco que nos ha reunido. Aquello ya no fue lo mismo, ni siquiera para los oídos, aún muy novatos, de un dieciseisañero provinciano. Gran parte de la exuberancia de 1979 había quedado sepultada en menos de un año. Y es que así es la vida, no lo podemos negar. Y mira que uno pensó que el tren iba a arrollar a Jagger y Richards, que el mundo se les iba a zampar y, vaya tino tuve, siguen comiéndose el mundo. Pero no nos apartemos de “London Calling” y demos una nueva escucha a un disco que sigue ardiendo al sonar, y pese a los aniversarios, sigue prometiendo y trasmitiendo el elixir de algo irrepetible y mágico. Algo que podríamos asemejar a una conjunción de astros que unen las primeras e inocentes degustaciones de canciones con sueños adolescentes que finalmente confluyen en nuestras propias realidades. Ahora llega tu turno de desempolvar el vinilo, los casetes, el cd, poner el streaming o buscarlo en la red, que las posibilidades han aumentado tan exponencialmente que uno se paraliza al pensar si será del mismo modo la forma en que se ha reducido la capacidad de valorar y disfrutar, pero eso es otra batallita, al fin y al cabo no dejo ser un cincuenta y cincoañero. (Tomi Diez Madrigal, diciembre de 2019).





The Cynics – I’m in Pittsburgh and it’s rainning (Get Hip single)

Una de las cosas “no carnales” que más me gusta en esta vida es escuchar la radio, que  a través de las ondas me cuenten historias y nadie mejor que Mike Stax para contar infinidad de anécdotas. Este es el motivo de recuperar este single. En el volumen 8 de la serie Pebbles había una magnífica selección de bandas y temas de los que el “I wonder” de los Gants me robó el corazón, un tema que perfectamente podría haber sido firmado por Lennon y McCartney . Ese tema y esa banda se convirtieron en todo un objetivo durante una época en que internet era ciencia ficción. Con el tiempo y a través de muchos contactos, sus discos cayeron en mis manos , incluso un  resquebrajado “Road Runner” que me valió la enemistad con un “dealer” nacional….
La primera información que encontré de la banda fue entre las páginas del número 5 de Ugly Things en donde Mike Stax entrevistaba a Sid Herring (vocalista con cara de niño y guitarra de esta banda de Greenwood en Mississippi). El otro día en ”El Sótano” de radio 3 y bajo la batuta de Diego RJ, Mike y Anja jugaban con discos y hacían su particular guerra de platos intercambiando discos. En un momento dado las ondas escupieron “Smoke Rings”  que me volvió a sonar brutal y mi memoria, cada vez mas tocada, tuvo a bien recordarme que los Cynics hicieron este tema en alguno de sus singles. Removiendo entre sus discos mi subconsciente fue directamente a buscarlo sabiendo que lo editaron como disco de su club de fans  en 1985. Y mas recuerdos vuelven a mi cabeza con mi amigo Pepo de por medio gestionando el ser miembros de ese club de fans como colegialas alocadas. Lo cierto es que es que este tercer single de los Cínicos era un pelotazo donde rendían pleitesía a las bandas de los 60’s con total pasión empezando por ese “I’m in Pittsburgh and it’s raining” de los Outcats (San Antonio, TX) con Gregg  poniendo el fuzz de vuelta y media, un fraseo de bajo endiablado y Michael poseído por el diablo a las voces y la armónica. En la cara b el tema que ha hecho que me ponga a juntar palabras, “Smoke Rings” del que los Cynics hicieron una revisión magistral, el órgano silba hipnótico, las seis cuerdas tejen melodías y Michael vuelve a encandilar son su personalidad. Un disco que recuperado hoy, casi treinta y cinco años después, me sigue sonando mágico, con los ecos de esta canción recuerdo lo que decía Sid Herring en la entrevista que le hizo Mike Stax para aquel atesorable  número 5 del Ugly Things (Oscarkotj-2019)
Mike – How did you come up with “Smoke Rings”
Sid – Me and a friend of mine were ridin’  on a motorcycle, this guy was a funny guy, he was always making jokes. He was smokin’ a cigarette and tryin’ to blow some smoke rings, and he said something about that, he said, “I bet you can’t write a song about smoke rings in a wind tunnel!. So I went ahead and wrote it! (laughter). So we were just messin’ around, it was really a joke.”