“Creo en ti, en mi, en la música. Creo en la compasión, en la justicia, en la libertad. Creo en nosotros, en la raza humana. Creo en la guitarra…” (Willie Nile, 2015)
Así
terminaba el bueno de Willie el concierto que le acercó a la sala Porta Caeli
de Valladolid el viernes 17 de mayo de 2015 dentro de la gira que le lleva a
recorrer la península presentando el nuevo disco “If I was a river”, el décimo
en estudio, de una carrera marcada por las buenas canciones y la escasa
repercusión, bien pensado en el panorama artístico lo normal es la escasa
repercusión, lo anormal son las buenas canciones, y de esas Willlie las tiene,
las maneja y las defiende.
Acompañado
por una formación mínima, Danny Montgomery a la batería y Jorge Otero a las
guitarras, mandolina y voces, no necesitó más que su acústica y su teclado para
volver a hacer una demostración de intensidad y efectividad al alcance de unos
pocos. Que vitalidad para un hombre a punto de cumplir 67 años, que sigue
cincelando su pequeña leyenda en pequeñas salas y bares en los que poder
trasmitir su pasión por la música, su amor a las canciones. Lugares comunes que
acaba trasformando en auténticos templos de veneración y respeto a las
canciones, tan poco valoradas en el presente y tan necesarias siempre (por lo
menos para una mínima parte de la sociedad).
Willie
propone un viaje que inicia en solitario al piano con la preciosa y épica
“Streets of New York” y cierra con el éxtasis colectivo de “One guitar”, un
viaje en el que el oyente es muy libre para subir o no en el barco que Willie capitanea,
pero si por el azar de la vida no aprovechamos el camarote de lujo que nos cede,
habremos dejado pasar una oportunidad extraordinaria de volver a reencontrarnos
con lo que la música era y jamás debió perder: pasión y verdad. Dudo que las
canciones tengan un carácter curativo físico pero está claro que Willie si cree
firmemente en el carácter curativo espiritual de las melodías y las palabras, y
a ello juega durante el tiempo de su show, se desnuda delante de su público,
parte rendido de antemano, parte expectante y una tercera parte indiferente al
juego que propone Willie, somos libres de aceptar las reglas y de jugar o no,
pero si juegas, buff, es la bomba, rocanrol en vena que te lleva a una sonrisa
al quedarse el escenario vacío y a oscuras. Y nosotros quedamos huérfanos de la
luz que nos ha guiado a través de “Rite of spring”, “Far green hills”,
“Vagabond moon”, “The innocent ones”, “Give me tomorrow”, “Lost”, “She´s got my heart”, “She´s so cold”,
“Sweet Jane”, “Sunrise in New York City”.(de hecho esta dudo si la tocó pero la
tengo en mi cabeza desde el final del concierto, es lo que tienen las buenas
canciones, unas llevan a otras).
Un
juego en el que Willie es no sólo el maestro de ceremonias, sino el tahúr que
reparte la baraja a su antojo a unos jugadores que en la partida volvemos a ver
pasar cartas que habíamos olvidado en la desmemoria y en la pérdida de
inocencia que con los años vamos arrastrando. Con la vital ayuda de Danny y
Jorge el ritual ha vuelto a surgir y calar en los descreídos, en los devotos y
en los que todavía creen que la música alimenta una parte importante del ser
humano. Gracias Willie por mantener encendida la llama, por las canciones, por
la pasión en el trabajo del músico. (Tomi -2015)
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